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Teatro Simbólico. Pedagogía ante la Violencia Escolar.
- 29 de agosto de 2017
- Publicado por: Julián Bozzo
- Categoría: Pedagogía Formación
Este documento responde a un caso práctico. Si quieres conocer más sobre este propuesta pincha en este enlace.
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Es importante saber, de entrada, que lo que hacemos en el aula no es terapia. Al relacionarnos con alguien y preguntarle cómo estás o qué sientes, parece que estuviésemos metiéndonos en ámbitos terapéuticos. En realidad es simplemente preguntar y verse en el otro; dejar que hable desde el corazón y posbilitar un encuentro entre dos personas.
Por temas relacionados con la cesión de derechos no nos es posible mostrar fotografías de niños y por eso usamos figuras que son empleadas en las clases como parte de la formación.
El proceso consiste en que un alumno cuenta
qué le pasó y cómo se sintió. Desde ahí le pedimos
que seleccione entre los compañeros de clase a
unos representantes; ellos serán los actores de la
escena. Habitualmente no solemos escoger más
de cinco alumnos, todo depende de la historia
que nos cuente. Por ejemplo: dos alumnos se pelean.
En lugar de preguntar qué pasó y entrar en un
discusión infinita e infructuosa, les pedimos
(por separado) que nos cuenten su versión.
El maestro habrá de ser fiel a una serie de preguntas
(hay que tener cierta cautela a la hora de preguntar).
Seré fiel a una historia contada la semana pasada en clase:
Pablo se enfada con Luis y le da una patada. Luis se queda llorando y Pablo muy triste.
Le pregunto qué pasó y él me responde, evidentemente, – No me pasa nada -. Tras esta mínima frontera de escasos segundos, Pablo nos cuenta: “La semana pasada Luis y yo jugábamos en el patio, ahora Luis es amigo de Aitor y ya no juega conmigo y me deja solo”. En ese momento le pido que elija “desde el corazón” (ellos ya saben la diferencia entre elegir desde el corazón y desde la cabeza) cuatro personas de clase para representar la escena. Después de haber elegido le pregunto “¿Quién quieres que haga de ti?”, “¿Quiénes quieres que hagan de tus amigos?”, “¿Quién quieres que haga de la emoción?”. Pablo se convierte en el director de aquella escena. Aunque el primer impulso de creación parte de los compañeros-representantes (los actores se sitúan en el aula tras un breve movimiento hasta quedarse en “foto” fieles a la narración de Pablo), es Pablo quien tiene que decir si esa “foto” correponde con lo que él sentía.
De no ser así, Pablo comienza a moldear y dice “tú estabas con cara más enfadada”, “la emoción (que ya reconoce que es tristeza) estaba abrazándome y la sentía en los ojos”, etc. Cuando la emoción interactúa con el cuerpo podemos jugar con telas; en este caso le colocamos una tela a modo de venda. Tras esta breve actuación (de unos 10 minutos) Pablo logra ver lo que le pasaba y Luis, junto con toda la clase, son conscientes de las emociones involucradas en lo que terminó siendo una patada sobre la mochila de Luis.
Con esto conseguimos: primero; permitir que Pablo se sienta más tranquilo viendo fuera eso que adentro le molestaba, segundo; permitir que la energía circule por la clase posibilitando un ambiente más transparente y real y tercero; desarticular la rigidez vinculada a las narraciones en las que uno tiene la razón y el otro no. Esta era la historia de Pablo pero muchos alumnos han sentido lo mismo. Curiosamente, después de representar esta primera escena, todos los alumnos quieren contar su escena donde sintieron la misma emoción.
Actuamos siempre sin ánimo de meternos en lugares muy personales del alumno, la frontera entre terapia y espacio pedagógico es muy sensible. Los facilitadores, en este caso, tenemos que tener mucho cuidado de no introducirnos en espacios íntimos de donde más tarde no sepamos salir.
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