Estamos muy acostumbrados a mirarnos con cierta imagen de humildad denostadora y, a menudo, no nos decimos nada bueno. Tenemos vetado el campo de decirnos: “¡qué bien hago esto o aquello!”. No solemos decirnos eso pero no tenemos problemas en juzgar oscuramente nuestros actos emotivos espontáneos y resuena dentro de nosotros “Tenía que haber hecho esto en vez de aquello”.