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Saber pedir equilibra tus relaciones de pareja.
- 17 de octubre de 2021
- Publicado por: Julián Bozzo
- Categoría: Ensayos

Habitualmente, en las sesiones de terapia, me encuentro con algo que es viejo conocido mío: Saber pedirle a tu pareja. Cuando hablamos de saber pedir, hablamos de algo más profundo y potente pues, en realidad, quien sabe pedir se está abriendo a la experiencia del saber recibir.
Suele suceder que un miembro del tándem amoroso es quien lleva las riendas, quien decide, quien pone el dinero o quien se regala más. En definitiva, uno de los dos “da” más de lo que recibe.En este sentido solemos tener un fantasma, también llamado introyecto, que es quien comienza a ofrecer desigualdad en la relación. Si bien es cierto que se podría navegar más profundamente en las razones y llegar a conocer porqué somos de esa manera cuando establecemos relaciones afectivas, existe una pequeña observación que seguro que podemos hacer todos: saber pedir.
Saber pedir fortalece a uno mismo y a la persona con la que convive nuestro corazón, del mismo modo que, no pedir debilita al otro y, por supuesto, a nosotros mismos. Cuando estamos acostumbrados solamente a dar o a cuidar, indirectamente estamos creando una relación asimétrica con nuestro igual.
Eso produce efectos muy dañinos para la salud del amor pues entran aquí mecanismos infantiles donde un padre da a una niña o una madre da a un niño. El amor sincero, el amor de camino y horizonte, sólo puede existir entre hombres y mujeres; el amor maduro tiene que dignificar la posición adulta del amor. Así pues, tenemos que aprender a pedir para situarnos dentro de la pareja.
¿Qué quiere decir “saber”?, ¿esto no me situaría en un relación muy asimétrica y caprichosa?
Claro, todo depende de lo que entendamos por pedir. Tanto el pedir como el dar son muy dangerinos cuando esa energía no se renueva y se mueve. Una persona que pide que le acompañen al médico porque le da vergüenza o que le pide dinero a su pareja constantemente, no es que solamente esté pidiendo; lo más importante es que se está impidiendo crecer y ser ella misma.
Aquel otro que da y no pide nada a cambio también se está impidiendo pues, si damos protección, arreglamos la ropa o damos dinero estamos debilitando al otro y no le dejamos crecer y formarse como persona y, en lo que respecta a nosotros, tampoco nos permitimos ser adultos puesto que un adulto no da sin recibir nada como gratitud. Ese adulto que da sin recibir es, en definitiva, un adulto con miedo a ser vulnerable.
¿Qué puedo hacer con todo esto?, ¿cómo lo aplico a mi pareja y al bienestar de mi relación? Pueden poner sus inquietudes aquí y trataremos de darles enfoque.
Nosotros, sin embargo, proponemos el siguiente bosquejo que quizás nos ayude a darle un marco a lo que intentamos explicar:
- Me dirijo a mi pareja como “pobrecita, ella sufrió mucho”: Esa manera de relacionarnos con ella la debilita y nos sitúa en un amor ciego. Lo mismo sucede cuando la tratamos con diminutivos. Por ejemplo “Marianita”.
- Cuando necesito algo y mi pareja se ofrece, le digo: “Deja, ya lo hago yo“.
- Siempre que salimos pago yo la cuenta.
- Mi pareja me cuenta sus “problemas” y yo escucho pero no la acompaño desde el corazón; me limito a escuchar como si fuera un contenedor.
- – …
Aprende a pedirle a tu pareja y aprende a dejarte ser. Pide que te ayude, pide una ayuda desde el corazón, una escucha emocional. Aprender a pedir, a compartir.
Ahora tendríamos que establecer un poco mejor qué es eso de pedir. Pedir que cambie no sería algo permitido pues, pedir que cambie la persona, es decir que estás buscando otra y entonces el trabajo a realizar sería que tú estarías en una relación que, a los ojos de tu corazón, se vería imposible.
Entendamos pedir como dignificar el amor que nos sucede, como situarnos en la vulnerabilidad del depender pues, aprender a pedir nos ayuda a ser independientes desde la aceptación de la dependencia del otro.