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¿Qué puedo hacer yo para que mis compañeros estén mejor? Responsabilidad
- 13 de marzo de 2023
- Publicado por: Julián Bozzo
- Categoría: Sin categoría
Al entrar en una sala a dar clase, podemos ver cómo los alumnos suelen adentrarse en ella con su energía revoltosa, llena de vida y su hermoso desorden asociado.
Es normal que tarden un rato en ordenarse, una de las funciones más complicadas del maestro o pedagogo es hacer nada para permitir que sean los alumnos quienes se autorregulen. ¡Tarea compleja nuestra labor! Estar presentes sin dirigir el presente.
A la hora de hacer un círculo desde el que poder trabajar, es importante no caer en la prisa y querer terminar siendo nosotros quienes ordenemos el corro.
Recordemos que los niños (y nosotros también) sienten antes la intención que el mensaje por lo que de nada sirve decir una cosa y terminar haciendo otra. Mucho menos ahora, al menos en España, donde las clases se han reducido a 45 minutos.
Trabajar en círculo tiene múltiples beneficios para la actividad pedagógica. Nosotros proponemos la siguiente actividad/rutina para que los alumnos, poco a poco, aprendan a autorregularse en el aula.
¿Qué puedo hacer yo para que el círculo esté mejor?
Es importante que no sintamos el pánico de querer que los chicos hagan las cosas rápido y a nuestro modo. Para eso, tenemos que armarnos de paciencia y respeto y permitir dejar que las cosas sucedan. Comprender la naturaleza del ser humano y del niño (dependiendo de la edad y del contexto que vive ese día) nos ayuda a entender que, cuando la clase está revoltosa es porque lo necesita. Es decir, en la clase emergen una serie de conductas o energías que son necesarias para que el grupo se autorregule y termine encontrando el equilibrio. No olvidemos que una clase es un sistema y todo sistema busca el equilibrio. Si nosotros interferimos en el orden, la energía del aula se verá interrumpida y esto traerá consecuencias negativas más adelante (una excesiva dependencia al apoyo externo para la consecución de los objetivos y deseos, por ejemplo).
Hemos de ser capaces de crear un ambiente de respeto y consciencia. Para ello nosotros proponemos esta tarea* dentro del círculo:
En vez de decir a los niños: “¡Muévete!” o “¡Córrete para atrás!” e intentar ordenarles, nos paramos durante unos segundos y les pedimos que miren a su derecha y a su izquierda y que, en vez de decirles a los demás lo que tienen que hacer, sean ellos quienes se muevan y busquen un lugar desde el que el grupo esté “bien”.
De esta manera, los chicos van aprendiendo a tomar consciencia sobre su espacio y sobre cómo sus movimientos generan movimiento en los demás.
A menudo existen alumnos que no saben qué hacer. En ese caso, le preguntamos si necesita ayuda. Tiene que ser él quien pida ayuda y no la clase quien se la dé sin haberla pedido. Nosotros siempre decimos que es muy bonito eso de ayudar a los demás, pero es importante que nos hayan dado permiso para ayudar.
Suele suceder que los niños tímidos no hablan y son los compañeros quienes completan las frases que no se atreven a decir. Les explicaremos que, cuando hacen eso, lo que están provocando es que el otro cada vez sea más débil. (A este respecto solemos contarles el cuento del “Árbol debora-semillas” que postearemos más adelante).
En definitiva, ¿Qué podemos hacer para que el círculo esté mejor? Permitir que los alumnos quienes HAGAN y no DIGAN lo que pueden hacer y que esto les lleve a la acción y no al pensar y divagar sobre lo que es mejor o peor; generar movimientos de bienestar en el aula.
* Esto que proponemos puede extenderse a cualquier ámbito. En el hogar también lo podemos hacer: “¿Qué puedes hacer para que el cuarto esté más feliz?, ¿qué puede hacer papá para que tú estés más feliz?”. Hemos de buscar preguntas que nos lleven a la génesis de acciones.