Blog
Nos enseñaron a perseguir el éxito.
- 16 de octubre de 2021
- Publicado por: Julián Bozzo
- Categoría: Poemas

Nos enseñaron a tener éxito, a perseguirlo, a domarlo, pero no nos enseñaron a compartirlo, a disfrutarlo. Nos enseñaron a perseguir.
Y en esas andamos: fijos, inmutables, con la mirada atenta a que suceda todo aquello. Ajenos a lo que vibra cercano. Y así vivimos, persiguiendo el éxito como si su naturaleza fuera esquiva, como si el corazón de tal empresa estuviese hecho del material impalpable del que están hechas las nubes.
Inalcanzable, corriendo cada vez más rápido, alargando cada vez más las manos sin importar si hay un corazón latiendo detrás. Velocistas sin importar la voracidad de nuestras zancadas ni la huella que en el camino se va dibujando.
Nos enseñaron a perseguir el éxito como si su naturaleza fuese esquiva, como si tal hazaña fuese similar a la de coger aire con las manos. Y nosotros, hambrientos como un lobo previo al ataque de su presa, miramos la semilla y cantamos en imperativo “¡Crece!, ¡Crece, maldita semilla!, ¡Crece ya!”.
Pero no es lo mismo crecer que hacerse grande.
Crecer es bailar, en una danza sincrónica, la historia de amor entre un punto que se hizo estrella. Crecer es sentir que el mundo te abraza, te acoge. Crecer es ser capaz de dar. Crecer es divertirse.
Engrandecerse es sólo una apariencia, una infantil manera de decirse presente, de convencimiento absoluto, pero sólo eso. Engrandecerse es una mueca desfigurada y gorda que presume ser lo que no es y que lo hace quizás para dejar de oír los gritos hirientes de su amo.
Ese perseguir nos hace quedarnos a la orilla de la vida, mirando su tez cristalina, la del agua que transita como un manto y cuya belleza nada parece contarnos. Nosotros buscando atentos algún secreto en su fondo, sin tomar consciencia sobre el firmamento azul y bello que se va dibujando a su paso.
El río, la vida, sólo parece tener sentido si lanzamos un anzuelo y con él sacamos algo.
Nos enseñaron a perseguir el éxito, a buscarlo, y en eso nos pasamos la vida: buscándolo, buscándolo… Como quien busca en su cabeza al amor de su vida mientras mil bocas brillan a su vera, como el relojero que, mecánico, devuelve la vida a los relojes olvidando que un día fueron la pulsión de su carrera, pero…
Cada vez que lanzamos un anzuelo a ese río,
un amigo se desvanece,
hay una semilla que no crece
por miedo a morirse de frío.
Cada vez que lanzamos un anzuelo a ese río,
un amanecer pierde su trazo,
un hijo llora un abrazo,
un amor queda vacío.
Cada vez que lanzamos un anzuelo a ese río,
los ojos se hacen más pequeños
pues sólo buscan, allá en lo lejos,
caminos que le llenen de gloria.
Y vive al final siempre buscando,
siempre el anhelo en su rutina,
siempre el quijote soñando
y quizás comprenda algún día
que la flor de la vida
no se grita, ni se obliga;
no se busca, ni se descuida
pues el mayor éxito en la vida
es dejar de buscarlo.