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Hazlo “como si”.

Habitualmente, en los cursos que imparto y por mi experiencia en el mundo de la pedagogía, he observado lo importante que es “dejarse la piel” haciendo algo. Cuando digo dejarse la piel, me refiero a entregarla, a dejarte llevar hasta el extremo por lo que puedes llegar a ser y no por lo que eres o, más bien, por lo que crees que eres.
Es ahí donde reside el poder mágico de la imaginación, del aleteo creativo. En el instante que dura la experiencia creativa puedes ser lo que quieras porque, cuando haces algo y ese algo está invadido por el miedo y la inseguridad, obtienes resultados que son precisamente la respuesta a lo que “crees” acerca de ti.Pasa mucho cuando la gente canta: no se atreven a soltar la voz que llevan dentro y se escuchan débiles. Enseguida aparece el juicio que les dice: “-¡¿Ves?!, ¡no sabes!, ¡no puedes!, ¡no debes!”.
Sin embargo, en cuanto la persona abandona esa inseguridad, ese juicio y se deja llevar “como si” fuese un cantante profesional o “como si” fuese un individuo libre y ajeno a la exigencia, brota espontánea una fuerza que le lleva a conectarse con aquello que vive bajo sus miedos; toma esa fuerza y la expresa con una pureza y contundencia aplastantes.
Por eso, canta “como si” supieras, porque sabes. Baila “como si” supieras ¡porqué en realidad sabes!. No nos quedemos con cómo canta el otro, con cómo hace el otro. Busca una mirada que te acaricie y te suavice por dentro y PERMÍTETE SER. Esa es una de las maravillas escondidas del arte en general y, más concretamente, del arte aladúrico.
Aunque será motivo de otro post que escribiré sobre “La importancia de recibir clases de algo que no sabes para ser un buen maestro”, es fundamental que sintamos límites, incapacidades, miedos… Cuando lo sintamos, dejémoslos bailar y observemos cómo, eso que no nos deja ser, tiene su sitio. Entonces, mágicamente, dejará de ser un bloqueo.
Al hacer algo, hazlo como si supieras, como si fueses el mejor. ¡Porque en realidad lo eres! Eres lo mejor que puedas ser. Es importante que imagines dentro de ti la imagen que estás proyectando y cómo crees que te estás viendo desde fuera. Usa una mirada agradecida, una mirada gentil, calmática y no escatimes en fantasía.
Hazlo “como si”. Ayúdate de un personaje inventando por ti; proyecta la fuerza de la posibilidad y no de la carencia. El concepto que tenemos de nosotros podemos crearlo con tristeza, con límites, con posibilidad…
Estamos muy acostumbrados a mirarnos con cierta imagen de humildad denostadora y, a menudo, no nos decimos nada bueno. Tenemos vetado el campo de decirnos: “¡qué bien hago esto o aquello!”. No solemos decirnos eso pero no tenemos problemas en juzgar oscuramente nuestros actos emotivos espontáneos y resuena dentro de nosotros “Tenía que haber hecho esto en vez de aquello”.
Lo peor de todo es que a eso lo llamamos “ser objetivo”. NO. No es objetivo quien dice las cosas malas, ni siquiera quien las dice. Es imposible ser objetivo, básicamente porque somos sujetos que imprimen sus emociones en lo que están viendo y, lo que está siendo visto, cambia la mirada de quien ve.
¿Por qué no pruebas a decirte: “¡Yo sé, yo puedo!” y te lanzas a la experiencia?
Te esperan cosas preciosas, te lo aseguro.
Te espera un mundo nuevo lleno de sensaciones nuevas, de impresiones nuevas, de emociones distintas. No te quedes con lo que dices de ti; inventa un personaje y, más tarde, regresa con él a la realidad que habitas.
Cuando cantes, canta. Cuando bailes, baila. No te quedes a mitad de camino; la libertad no se intenta, se camina y se siente en cada paso.
Deja tu huella en el suelo. Pisa y ten la confianza de decir: “¡Esto es mío!”.
Agosto 2013