Blog
El aula donde trabajas te mostrará lo que eres.
- 12 de abril de 2018
- Publicado por: Julián Bozzo
- Categoría: Pedagogía
Venía hablando de aquellas personas, en este caso maestros, que me llaman en Febrero o Marzo para asistir a su aula y “hacer que el ambiente sea mejor y los alumnos dejen de pelearse”. Siempre que voy a hacer mis sesiones, al terminar, les digo: “No tienen que llamarme en Marzo, háganlo en Octubre.”
Cualquier grupo va a tener resistencias y fricciones, todo grupo debe tenerlas; que no las haya indica que existe un gran problema de creatividad y de miedo en él. El grupo perfecto no es en el que todos se sonríen y aman sin medida, eso no existe. Posiblemente unos se amen y abracen mientras otros están solos en una esquina, pero como nos educaron para ver la rosa floreciendo y no las espinas, somos incapaces de detectar el verdadero problema. Vemos solamente lo que somos capaces de ver y soportar. Porque sí, maestro: Vemos lo que somos y somos lo que vemos.
En este caso me remito a dos maestros que me llaman en Junio todos los años. Podría decir que es cuestión de unos pocos, que son cosas que tienen que ver con ciertos individuos que, por una razón u otra, siempre precisan encontrarse en un callejón sin salida para ahogarse.
Igual necesitan sentir que todo les sobrepasa para así poder pedir ayudar y ratificar que “ellos solos no podían”, igual es porque necesitan ver que las cosas no se pueden resolver y que todo es muy difícil o quizás tenga que ver con el sentir y comprobar así que “hice todo lo que pude”. Su vida será así… Comienzan algo y al final se aturullan. Parece que son incapaces de sostener un emoción.
¡¿Quién sabe?! Cada uno tiene los mecanismos que tiene para completar sus carencias y vivir, que no es tarea fácil.
Así pues, no olvidemos nunca que el aula es una micro-sociedad y en ella se ven reflejadas las personalidades de la misma. En una misma clase estarán el tierno, el agresivo, el nostálgico, el dulce, el soñador, el dogmático… todos estarán ahí.
El ambiente que allí se genere dependerá de cómo sea el maestro. No se confundan. La diferencia entre una aula y otra no viene dada porque los niños sean mejores en o peores en cada una, eso no es así. La diferencia siempre la pone el maestro.
Y ustedes dirán… ¡Pero si yo soy muy bueno y el maestro de al lado es dogmático y frío y sus niños están callados y los míos no! Bueno, yo no dije que estar callados y sentados fuera algo positivo, es más, eso es algo que me parece preocupante cuando sucede.
Educar desde el miedo es lo más sencillo (creo que cambiaré la palabra educar por instruir). Instruir desde el miedo es lo más sencillo (ahora sí). Un maestro que no tolera que brote la emoción de los alumnos y corta cualquier tipo de “dispersión”, va a tener una clase callada pero no atenta porque la atención es un tipo de mirada hacia las cosas; la atención es un tipo de amor, de interés. La palabra interés hunde su etimología en “interesse= estar entre las cosas“. Ese maestro quizás hace que los chicos saquen mejores notas, quizás no. Lo que está claro es que está minando las inquietudes, la espontaneidad y la expresividad de sus alumnos y eso, años más tarde, pasará factura.
Este maestro sabrá de encrucijadas, sabrá que al final del curso sus chicos explotarán y tendrá que castigar al pobre niño-hélice que se atrevió a manifestar lo que el grupo deseaba. Él, como no ve, lo expulsará y así el resto habrán aprendido la lección: Si no haces lo que dice el maestro, serás rechazado. Recordemos que la educación no pertenece al mundo de la inmediatez y que los resultados tardan años, muchos años, en suceder. Esos chicos los recordarán en su adolescencia.
¿Y qué pasa con el otro maestro, con el que es muy bueno y tiene alumnos que están constantemente despistados y no atienden?, ¿qué pasa con ese maestro que sonríe y pone música de Amelie? Pues pasa algo parecido pero distinto. Parecido porque el aula le espeja su relación con los límites, con la creatividad, con la autoridad y con la vida. Como siempre. Y distinto porque su forma de relacionarse con esos valores están en construcción y aún no ha encontrado la manera de situarlos ni de situarse a sí mismo frente a ellos. No sabe aún qué es la autoridad; es algo como poner límites pero sin ponerlos, como que sepan quién soy pero sin forzarlo, es obligarles pero sin forzarles, como ser una imagen que sostenga pero no pueda hacerse cargo de sus emociones…
Es posible que este maestro se haya criado en la idea de que el amor es dejar hacer sin mediar (sin darle luz a la idea de que “no mediar es un manera de mediar”), de que a los niños no hay que tocarles porque ponerles límites es algo horrible. Y bueno, nuestra ley educativa de (LODE o LOGSE) era así: hablar con los niños, explicarles todo, hacer que nadie sobresaliera porque todos somos iguales, “controlar la emoción”,etc… Así asistíamos a un acto educativo en el que niños llenos de emociones se encontraban frente a un maestro que, en vez de reaccionar emocionalmente, se controlaba y trataba de “hacernos comprender” lo que estaba pasando. (Los adultos controlan lo que sienten).
Pensamos que reaccionar emocionalmente está mal, pensamos que mostrar algo que no sea sonrisa y ternura está mal pero se pueden poner límites siendo tierno y se puede ser autoritario siendo dulce. ¿Quién, como niño/adulto, no ha agradecido ese límite que nos han puesto? Al fin y al cabo un límite es un hermosa forma de mostrarnos y dejarnos ver. La valentía que evita la ambigüedad propia de la comunicación frustrada.
Ese maestro tierno deja que todo fluya y sea , pero se siente incapaz de mostrar un límite claro. Quizás sea por miedo a dañar a sus alumnos o tal vez sea por miedo a dañarse a sí mismo, aunque también puede ser que sea por miedo a que le rechacen (tal vez alguien le rechazó a él cuando, de pequeño, decía lo que sentía y le hacían callar). Quién sabe.
Lo que somos es lo que mostramos y digo lo que somos y no la imagen que tenemos de nosotros mismos. Uno puede creerse bondadoso y buen amigo y estar solo sin nadie que le llame. Entonces, quizás no sea bondadoso ni buen amigo, o quizás sea eso y otras muchas cosas que no ve.
Maestro, si quieres conocerte, mira cómo se relacionan tus alumnos en clase. Mira qué permisos les das, mira qué palabras tuyas están usando, haz juegos simbólicos que les muestren cómo eres y observa, observa y observa.
Observa cómo se relacionan con el miedo, el dolor, el aprendizaje, el éxito, el poder, la solidaridad… Es muy posible que no te reconozcas en ellos, tal vez habrá muchos puntos ciegos que no logres ver y digas: “Yo no soy así”. Cuando digas eso, recuerda que la mente es tramposa y pocas veces quiere verse a sí misma (ahí reside nuestro ego). Compártelo con un compañero del centro, permítete dejarte decir y aprender de lo que no ves de ti mismo.
¿Quieres conocerte un poco más? No soy mucho de mostrar técnicas o caminos. Pues siento que cuando uno ve una salvavidas se olvida de nadar. Si son de su utilidad use algunos consejos. Aún así le invito a crear su propia forma, su propio camino. Recuerden que para educar al niño en su propio proceso de vida, los maestros tenemos que haber transitado primero nuestro propio desierto.
- Observa a tus alumnos jugando en el aula.
- Haz juegos simbólicos. Ponles música y juega a que, cuando la pares, tengan que quedarse como estatuas. Entonces, mientras bailan (se debe entrar jugando y diciendo cosas como “bailamos con la nariz”, “bailamos con los hombros”, “bailamos con…”), les vas diciendo: “Ahora, al bailar, muestro cómo me siento cuando mis amigos juegan conmigo”, “ahora muestro cómo me siento cuando me castigan, cuando me abrazan, cuando confían en mí, cuando me dicen que lo he hecho bien, etc”. Puedes terminar diciéndoles: “Ahora, al bailar, muestro cómo me lo paso en clase, cómo es el maestro, cómo me siento en la escuela, bailamos imitando a papá, imitando al maestro, etc”.
- Observa cómo están sentados. ¿Fue arbitrario o los sentase tú? En cualquier caso, observa.
- ¿Cómo está ordenada la aula? En círculo, en filas, por grupos…
- Grábate las clases y escúchate más tarde. Te sorprenderás al escucharte diciendo cosas que ni siquiera recuerdas.
- Comparte este viaje con un profesor del centro, tratad de asistir a las clases del otro y permitíos decir lo que veis.
- Observa qué situaciones emergen. ¿Qué situaciones suceden en tu aula? Si hay un chico agresivo no lo rechaces y comienza a sentir que esa agresividad es una emoción latente del aula, del grupo. Él la manifiesta, pero ¿Por qué, para qué necesita el grupo mostrarla?. Si hay un alumno haciendo chistes pregúntate “¿Necesitan descanso?”, “¿qué les pasa?” pero no les calles; no sigas con lo tuyo, no hagas como si eso interrumpiese tu labor de maestro porque tu labor de maestro es esa. Tu labor es la de acompañar en un proceso, no la de dirigir ciegamente a todos hasta tu casa interna.
Acompañar no es estar al lado de alguien siendo testigo de sus andanzas y tú ir caminando al lado como si no fuera contigo. Acompañar deriva del latín (“comedere” y “panis“) y viene a ser “comer del mismo pan”. En Pedagogía, acompañar es alimentarse de lo que hay, de lo que sucede, de lo que está pasando. Se puede acompañar de forma activa diciéndole al niño: “Observa aquella nube, observa allí o acá”. Se puede también estar cerca de alguien sin mediar pero influyendo; jugando a ver lo que él aún no ve.
El Pedagogo es, ante todo, un seductor confeso; es un ser que no te muestra el campo, pero sí el camino. Y antes del camino la piedra. Y antes de la piedra el ave. Y antes del ave tus ojos… y su palabra, toda ella, con su timbre su tono y su eco provienen del centro puro de su ser.
Con todo esto no quiero decir que haya mejores o peores maneras de educar. Estamos educando para el SER, para la sinceridad, la entrega y la verdad. Simplemente es importante observarse y ver cómo realizamos nuestra labor pedagógica para educar en libertad y consciencia.
Todo lo que pasa en clase es lo que te pasa a ti y eso es un pretexto maravilloso para aprender y mejorar en tu labor educativa.
___
*Del borrador del libro “La Educación de las luciérnagas” de Julián Bozzo. A la venta en 2019.
Julián Bozzo: Pedagogo formado en Antropología, Terapia Gestalt y Pedagogía Sistémica. Diplomado en Ciencias Químicas. Poeta y Músico. Director de Mundo Aladuría que incluye “ImproVersa Pedagogía, Educación poética y Canto Improvisado” Mundo Aladuría Música.
ImproVersa tiene sedes en Madrid, Bogotá, Chile, México, Uruguay, Valladolid, Zaragoza y más ciudades del mundo (+info en www.improversa.com)
Ha publicado un libro “Aladuría: El camino hacia la Creatividad” Ed. Muevetulengua y “En el corazón de la Hembra Maga” Discolibro de nanas para padres y madres.
Autor de dos discos: Mundo Aladuría y Al Sureste de las cosas Grandes.
@bozzojulian
Más información en http://www.mundoaladuria.com
Me encanta! gracias!
…justo en éste momento estoy empezando a dar clases en la ESO y me resuena mucho todo lo que cuentas:)
És precioso poder ser nosotras mismxs con nuestrxs alumnas y verlxs contentxs, curiosxs, con los ojos abiertos !
Me alegro mucho que te guste 🙂 Un abrazo grande!!